Neuropsicología

El circuito de la sonrisa

«El acto de sonreír es algo que todos hacemos en distintas situaciones. Un gesto automático que nos debería de salir perfectamente natural siempre y sin embargo no es así. Un acto que ejecutamos sin esfuerzo docenas de veces al día se vuelve extraordinariamente difícil cuando alguien, simplemente, nos pide que lo hagamos. Se podría pensar que es por vergüenza; pero ésa no puede ser la respuesta, porque si nos miramos en un espejo e intentamos sonreír nos sale la misma mueca.

La razón de que estos tipos de sonrisa sean tan diferentes es que están controlados por diferentes regiones del cerebro, y sólo una de ellas contiene un «circuito de la sonrisa» especializado.

La sonrisa espontánea se genera en los ganglios basales, que son grupos de células situados entre la corteza superior del cerebro (donde tienen lugar el pensamiento y la planificación) y el tálamo, evolutivamente más antiguo. Cuando vemos la cara de un amigo, el mensaje visual de esa cara acaba llegando al centro emocional del cerebro, el sistema límbico, y desde ahí se retrasmite a los ganglios basales, que orquestan la secuencia de actividad de los músculos faciales necesaria para producir una sonrisa natural. Cuando se activa este circuito, la sonrisa es auténtica. Una vez puesta en marcha , toda la secuencia de acontecimientos ocurre en una fracción de segundo, sin que tengan que intervenir las partes pensantes de la corteza.

Pero, ¿ qué ocurre cuando alguien nos pide que sonriamos para hacernos una fotografía? Las instrucciones verbales del fotógrafo son comprendidas por los altos centros pensantes del cerebro, que incluyen la corteza auditiva y los centros del lenguaje. Desde ahí se retrasmite a la corteza motora, situada en la parte delantera del cerebro, que se especializa en producir movimientos voluntarios que requieren habilidad, como tocar el piano o hacerse un peinado.

A pesar de su aparente sencillez, para sonreír es preciso orquestar cuidadosamente docenas de pequeños músculos, en el orden adecuado. Para la corteza motora (que no está especializada en generar sonrisas naturales), ésta es una tarea tan complicada como la de tocar una pieza de Rachmaninoff sin haber estudiado piano, y, por tanto, fracasa estrepitosamente. La sonrisa es forzada, tensa, nada natural.»

Un buen truco para engañar a nuestro cerebro es visualizar en el objetivo de la cámara la imagen de alguien que nos provoque esa sonrisa natural. ¿Probamos?

Bibliografía: «Fantasmas en el cerebro»

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