Todos tenemos recuerdos que nos marcan. Momentos que nos hicieron reír, llorar o incluso escondernos bajo la cama. Algunos nos impactan emocionalmente, pero no todos los recuerdos intensos son traumas. La diferencia está en cómo nuestro cerebro procesa e integra la experiencia.
Un trauma aparece cuando un recuerdo no se integra correctamente en nuestra memoria autobiográfica. Esto genera reviviscencias, activación emocional intensa y malestar persistente. Por el contrario, los recuerdos que sí se integran nos acompañan sin doler y pueden convertirse en historias que contamos, incluso con humor.
Memoria no traumática vs. traumática
La memoria no traumática es clara, explícita y podemos narrarla y reflexionar sobre ella. Nos permite recordar sin revivir y aprender de la experiencia.
La memoria traumática, en cambio, es intensa, sensorial y difícil de integrar. Genera activación emocional alta y reviviscencias, distorsiones temporales y sensación de volver a vivir el hecho.
La clave está en la integración. Cuando procesamos lo vivido, podemos recordarlo sin que interfiera en nuestra vida.
“Mis traumas, mis chistes”: ¿por qué hay que cogerlo con pinzas?
Esta frase tiene lado positivo y lado riesgoso.
Por un lado, el humor puede servir como herramienta de integración emocional. Reírnos de recuerdos intensos nos ayuda a resignificarlos y transformarlos en memorias integradas. Contar nuestras historias con humor demuestra control sobre nuestra narrativa personal y normaliza muchos de los recuerdos cotidianos que podrían sentirse dramáticos, como momentos embarazosos, decisiones ridículas o errores que nos marcaron sin ser tragedias clínicas.
Por otro lado, esta frase también puede banalizar el trauma. Podría dar la impresión de que todos los traumas son graciosos y confundir recuerdos intensos con traumas reales. No todas las personas procesan el dolor con humor, y la frase puede sentirse excluyente para quienes atraviesan experiencias graves.
Transformar recuerdos con terapia narrativa
El objetivo no es olvidar, sino transformar recuerdos intensos en historias que podamos llevar con nosotros, incluso con humor.
Aquí entra la terapia narrativa: nos permite reescribir la historia de nuestra experiencia, recordar sin revivir el dolor y dar significado a momentos difíciles. Aprender de lo vivido, crecer y, en algunos casos, reírnos de ciertas páginas de nuestra historia sin que nos haga daño, es posible gracias a este enfoque.
Todos tenemos recuerdos intensos que se quedan grabados en nuestra memoria. Algunos se convierten en verdaderos traumas, mientras que otros se integran y se transforman en anécdotas que podemos contar con una sonrisa.
El humor funciona como terapia: resignificamos, integramos y recordamos sin dolor. No se trata de olvidar, sino de aprender a convivir con nuestra historia emocional y de transformar recuerdos que podrían habernos marcado en experiencias que nos enseñan y nos acompañan, incluso con un toque de humor. No todos los recuerdos se pueden bromear, pero integrarlos en nuestra vida nos permite avanzar con mayor resiliencia.